En un mundo donde la tecnología avanza a pasos agigantados, es natural que como padres surjan dudas sobre su impacto en la educación de nuestros hijos. A menudo escuchamos críticas sobre el uso excesivo de pantallas, la distracción que pueden causar los dispositivos electrónicos o los riesgos asociados al internet. Sin embargo, es importante recordar que la tecnología, bien utilizada, puede ser una herramienta poderosa para enriquecer el aprendizaje y preparar a los estudiantes para los desafíos del siglo XXI.
Hoy en día, la tecnología no solo forma parte de la vida cotidiana de los niños y jóvenes, sino que también puede mejorar significativamente la experiencia educativa. Plataformas interactivas, aplicaciones educativas, videos explicativos y simulaciones virtuales permiten que el aprendizaje sea más dinámico y visual.
Además, la tecnología fomenta la autonomía y el pensamiento crítico. Al utilizar recursos digitales, los estudiantes aprenden a investigar, comparar fuentes, verificar información y presentar sus ideas de manera creativa. Estas son habilidades fundamentales en un entorno laboral cada vez más digitalizado y exigente.
También ha cambiado la manera en que los profesores enseñan y los estudiantes aprenden. Gracias a herramientas como plataformas de gestión educativa o recursos en la nube, los docentes pueden diseñar clases más interactivas y personalizadas. Esto permite responder mejor a las necesidades individuales de los alumnos y mantenerlos más motivados y comprometidos con su proceso educativo.
Uno de los momentos más claros en los que se evidenció la importancia de la tecnología en la educación fue durante la pandemia de COVID-19. A través de videollamadas, aulas virtuales y plataformas de aprendizaje, fue posible continuar con las clases, mantener el vínculo entre profesores y alumnos, y sostener el proceso formativo a pesar del aislamiento. Sin estas herramientas, millones de estudiantes habrían quedado sin acceso a la educación durante ese periodo.
Como padres, es normal preocuparnos por el uso excesivo de dispositivos, pero la clave está en el equilibrio y en el acompañamiento. Cuando los estudiantes usan la tecnología con una finalidad educativa, guiados por sus docentes y con el apoyo de sus familias, los beneficios superan ampliamente los riesgos. Además, aprender a utilizar la tecnología de forma responsable es una habilidad tan importante como leer, escribir o resolver ecuaciones.
Por todas estas razones, es fundamental que veamos la tecnología no como una amenaza, sino como una oportunidad. Su incorporación en las aulas no reemplaza al maestro ni a los métodos tradicionales, sino que los complementa y los potencia. Nuestros hijos viven en una era digital, y es nuestra responsabilidad darles las herramientas para desenvolverse con éxito en ella.
María José Salazar Silva
Jefa de marketing y admisiones